Realidades olvidadas

Fuente: Médicos Sin Fronteras

Las organizaciones humanitarias apenas pueden responder a las necesidades de millones de personas afectadas por las guerras en Somalia, RDC o Sudán y enfermedades como la desnutrición o el sida

Desplazamientos masivos de población civil, violencia, y necesidades médicas sin cubrir en la República Democrática del Congo (RDC), Somalia, Irak, Sudán, Etiopía y Pakistán, junto a emergencias médicas olvidadas en Myanmar o Zimbabue, son algunas de las emergencias más graves registradas en el mundo el año pasado, según el informe “Las diez crisis humanitarias más desatendidas de 2008”, publicado por Médicos Sin Fronteras en España. La falta de atención global a la creciente prevalencia de la coinfección VIH-tuberculosis y la crítica necesidad de un mayor esfuerzo para prevenir y tratar la desnutrición infantil completan la lista.

“Detrás de este informe están millones de personas afectadas por guerras y por enfermedades, cuyas necesidades de salud más inmediatas se ven relegadas al olvido y cuyo sufrimiento a menudo pasa desapercibido. Son crisis de gran magnitud, en las que los actores implicados o con capacidad de influencia ignoran a la población civil, mientras que las organizaciones humanitarias apenas pueden cubrir una pequeña parte de las enormes necesidades o a veces ni siquiera consiguen acceder a quienes requieren ayuda urgente”, explica la presidenta de MSF España, Paula Farias.

Somalia y la República Democrática del Congo (RDC) son los dos países del informe que arrastran conflictos de más larga duración, más de quince años de crisis que en 2008 experimentaron graves recrudecimientos de la violencia; en ambos casos, miles de personas se vieron obligadas a huir de sus casas, sin acceso a atención sanitaria, comida, agua o refugio. Al igual que en Sudán -Darfur y el Sur del país siguen siendo escenario de dos graves emergencias, con miles de afectados-, mientras la comunidad internacional se enreda en interminables discusiones, la población civil queda a merced de la desnutrición o enfermedades prevenibles y tratables como la malaria, el sarampión o la meningitis.

La asistencia también es urgente para las poblaciones atrapadas por los enfrentamientos entre Ejército y grupos rebeldes en Ogadén, la Región Somalí de Etiopía, donde la falta de asistencia es flagrante y se han registrado preocupantes tasas de desnutrición en varias áreas, así como en Irak, donde la debilidad del sistema sanitario impide que los heridos por los bombardeos y la violencia sectaria reciban una atención rápida y eficaz. Contextos como el iraquí ilustran además que el espacio para una ayuda humanitaria independiente, imparcial y neutral es cada vez más reducido.

Por una parte, las organizaciones operan en situaciones de creciente inseguridad, en entornos generalmente más peligrosos, y por otra en conflictos muy politizados y volátiles, donde MSF ha visto limitada su capacidad de responder directamente a las considerables necesidades médicas. “En 2008 se agravaron los ataques deliberados contra las organizaciones humanitarias, obligando a suspender las operaciones en distintos rincones del mundo –explica Paula Farias-. Miles de personas se quedan entonces sin asistencia y caen además en el más absoluto de los olvidos y a merced de abusos de los que nadie es testigo”.

En Somalia, la escalada de violencia, incluyendo ataques y amenazas contra los trabajadores humanitarios, obligó a MSF a reducir algunas de sus operaciones en 2008, teniendo incluso que retirar a su personal internacional, con la reducción que ello supone en la asistencia proporcionada a una población ya de por sí debilitada. En Pakistán, cientos de miles de personas huyeron de los ataques aéreos y los bombardeos de una campaña contrainsurgente en el noroeste del país a principios del año. Tras las amenazas, agresiones y secuestros perpetrados contra trabajadores humanitarios, MSF redujo el número de trabajadores internacionales en sus proyectos.

En lugares como Myanmar y Zimbabue –donde los gobiernos no priorizan la atención sanitaria o no ven con buenos ojos la presencia de ONG–, las organizaciones humanitarias se ven obligadas a limitar el tipo de asistencia prestada o deben hacer frente en solitario a abrumadoras crisis sanitarias. En Myanmar, donde MSF es la única institución que se ocupa de la atención a los enfermos de VIH/Sida, cientos de miles de personas mueren innecesariamente debido a la falta de tratamiento, mientras que el Gobierno apenas hace nada para ayudar a su propia población y los donantes internacionales miran para otro lado.

Los responsables y los financiadores de los programas internacionales de ayuda alimentaria también muestran poco compromiso en la lucha contra la desnutrición aguda severa, causa subyacente de la muerte de 5 millones de niños cada año, a pesar de existir una respuesta médica eficaz, los Alimentos Terapéuticos Listos para Usar (RUTF). A veces son los propios Gobiernos quienes obstaculizan esta lucha: en Níger, en 2008, el Gobierno obligó a MSF a poner fin a su programa nutricional infantil en la región de Maradi, donde decenas de miles de niños padecían desnutrición aguda.

Finalmente, el informe destaca la urgente necesidad de una mayor inversión en la lucha contra la coinfección de Sida y Tuberculosis, teniendo en cuenta que la incidencia de esta última se ha triplicado en países con una alta prevalencia del VIH en los últimos quince años. De hecho, la tuberculosis es una de las principales causas de muerte entre las personas seropositivas, y sin embargo ni existen herramientas de diagnóstico sensibles a la coinfección ni tratamientos adaptados a las necesidades específicas de estos pacientes.

Puedes descargar aquí el informe.

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